domingo, 11 de septiembre de 2011

Mi familia

El almuerzo de hoy, fue distinto; me trajo recuerdos insólitos y me hizo pensar en lo mucho que las cosas han cambiado de un tiempo a esta parte. Como siempre las situaciones y nuestras vivencias se han esmerado en hacernos cada vez más distintos, pero no han logrado cambiar el amor que nos tenemos como familia.

Hace algunos años, las siete sillas que rodeaban la mesa del comedor estaban ocupadas por cada uno de nosotros; a veces incluso teníamos que buscar otras para poder dar abasto con las visitas y familiares que recorrían esta humilde estructura; pero hoy con tristeza observaba las 3 sillas vacías que se encontraban a mi alrededor… Sentí nostalgia por aquellos momentos, pero aún así me sentí feliz de saber que ahora tenía la conciencia suficiente para poder entender cuanto nos quisimos siempre.

Recuerdo cuando era de vital importancia no levantarse de la mesa hasta terminar el plato que se nos servía, para no correr el riesgo de que fuese comido en broma por nuestros hermanos; de los vasos con agua o jugo que con esmero mis hermanos nos servían y añadían una que otra asquerosidad para jugarnos una broma… Éramos niños, felices y por sobre todo…fraternales.

Es inevitable pensar en esos almuerzos que con mi madre preparábamos desde la mañana, mientras mis hermanos jugaban en el Atari o el Nintendo y mi papá con un pañuelo en el bolsillo y el plumero en sus manos recorría cada rincón de la casa en busca de alguna partícula rebelde de polvo adherido a las repisas.

Las onces de pan con ajo y aceite, los festivales de papas fritas y las verduras rellenas en los veranos; Los postres en el borde de una piscina construida con las propias manos de mi padre, las charlas de mi Nona que cautivaban a cualquier persona y las festividades familiares que con la abuela Elvira compartíamos junto a todos los primos. Momentos hermosos que no se han ido ni se moverán de mi cerebro.

Recuerdo cuando mi padre  decía vinagrera en vez de acidez, y los ataques de risa que sufríamos por cosas sumamente ridículas. Las veces que mi hermano menor derramo leche por la nariz a causa de las jugarretas que mis hermanos mayores nos hacían. Las grandes comilonas que cada tarde de sábado o domingo nos repetíamos como familia… buenos momentos.

Hoy me es inevitable ver con gracias, las cosas que se encuentran en la mesa de nuestro almuerzo. Bebidas y jugos ligth solo para nosotros cuatro, un par de pizzas pedidas a domicilio; cosa jamás hecha anteriormente en esta vivienda y un helado para el postre, pero no cualquiera, uno de esos helados que aún está vigente en algún comercial de la televisión.

Mi padre ya no dice vinagrera y ahora estamos todos a dieta; este fue un respiro casual que me ha traído buenos y viejos recuerdos, pero por sobre todo es un almuerzo que me hizo pensar que aún seguimos siendo una familia, con nuestros altos y bajos; con nuestras ocupaciones y estudios… seguimos siendo en el fondo los mismos, seguimos siendo fraternos y todos en la distancia seguimos la familia Magaña Larroulet.